La pirámide del dios blanco Kukulkán, evocación de la Serpiente Emplumada.
Parece haber sido una misma raza
la que escribió en los Andes y en los Pirineos.
Roberto Rengifo
La antigüedad de las
culturas y civilizaciones de la América Aborigen han sido ostensiblemente
limitadas por las concepciones de las escuelas historiográficas y antropológicas
fundamentadas en una visión evolucionista y materialista que, a pesar de las
evidencias arqueológicas y de las numerosas pruebas de la existencia del grupo
pre-indígena, es decir, los indios
blancos, comprobada por los cráneos dolicocéfalos descubiertos desde Tierra
del Fuego hasta Canadá, por numerosas crónicas y fuentes etnohistóricas como
asimismo por la iconografía precolombina, ha cimentado la exclusiva y amputada historia
indigenista.
Representaciones de los Viracochas o Dioses Blancos: Un petroglifo en el norte de Chile y la efigie en la Puerta del Sol de Tiahuanaco, respectivamente.
Los indios blancos fueron los descendientes de los Viracochas, los Dioses Blancos, los Hombres-Dioses de la
tradición áurea. Por estas razones el historiador Diego Barros Arana ha establecido
que la existencia del
hombre en América en una época muy remota, está comprobada por los vestigios de
una antiquísima civilización, cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos.
Se hallan en diferentes partes del suelo americano ruinas monumentales de
construcciones gigantescas, a las cuales no se puede asignar razonablemente una
edad probable sino fijándola en algunos millares de años. He llegado a sostener
con razones cuyo peso no es posible desconocer, que cuando los otros
continentes estaban habitados por salvajes nómadas de la Edad de Piedra, América se
hallaba poblada por hombres que construían ciudades y monumentos grandiosos,
manifestaciones de un estado social muy avanzado.
Esa remotísima civilización, que ha
debido ser la obra de una incalculable serie de siglos, es de origen
exclusivamente americano. De cualquiera parte que provenga el hombre que
habitaba nuestro continente, parece fuera de toda duda que su cultura nació y se
desarrolló aquí, sin influencias extrañas, que aquí formó sus diversas lenguas,
creó y perfeccionó en varios puntos instituciones sociales que suponen una
elaboración secular, y que levantó las construcciones cuyos restos no pueden
verse sin una respetuosa admiración (Diego
Barros Arana, Historia general de Chile. 1884-1902.
Página 18).
El
origen de los primigenios habitantes americanos
se encuentra en el archipiélago antártico, definido por el profesor Roberto
Rengifo como el gran centro de la humanidad blanca y clara (Roberto Rengifo, El papel del territorio de
Chile en la evolución de la humanidad
prehistórica. 1935. Página 8).
El marco para comprender
la antigüedad de las culturas y civilizaciones de América -y del mundo- lo ha
entregado la Cosmogonía Glacial (Hörbigers
Glazial Kosmogonie - Eine neue Entwicklungsgeschichte des Weltalls und des
Sonnensystems. R. Voigtländer’s Verlag.
Leipzig, 1913) de Hans Hörbiger y Philipp Fauth. La Cosmogonía Glacial fue concluida en el mes de Diciembre de 1912. Esta
magna obra ha planteado las interrogantes fundamentales: ¿Qué somos? ¿De dónde
venimos? ¿A dónde vamos? Es, en suma, una concepción del
universo, de la Tierra y del hombre. Los postulados de la Cosmogonía Glacial han sido revolucionarios: Otorgan una nueva
concepción del origen y desarrollo del sistema solar y de la Tierra, y por lo
tanto, de su historia geológica, lo que quiere decir también, una nueva visión
de la historia del hombre.
Hans Hörbiger y Philipp Fauth, los visionarios de los mundos del hielo.
En
la Cosmogonía Glacial se ha establecido
la captura por parte de la Tierra de varias lunas que han generando grandes
catástrofes planetarias y desastrosos diluvios, cuyos ecos son el sumergimiento
de la ahora mítica Atlántida y la destrucción de la ciudad-puerto de
Tiahuanaco. Su evocación también fue preservada por los mapuches por medio del
mito de la lucha entre las serpientes KaiKai de las aguas y ThrengThreng de las
montañas. Fue el Diluvio noético, el Götterdämmerung
o “Crepúsculo de los Dioses” de los Edda,
el Diluvio de Manú de la India aria, el Llocllavuno pachacuti o Gran Agua de los Incas o Apachiohualiztli
de los mayas.
Hoy celebramos el
centenario de la Cosmogonía
Glacial y hacemos nuestras las palabras de Georg Hinzpeter: “El triunfo de la Cosmogonía Glacial estaba tempranamente determinado como una
cuestión de principios, y todo lo que queda para los adversarios de la Cosmogonía
Glacial es una retracción parcialmente honesta, como es el caso que ya ha
sucedido en algunos campos. Y puede, debido a esto, existir en el futuro, algún
difícil e incomprensible juicio en torno a la Cosmogonía Glacial por razones científicas. No perderemos el
rumbo, conocemos la verdad en el camino, y conocemos el “sí” de nuestra
convicción y con ello el “sí” de nuestra creencia y la inconvertible lealtad a
Hans Hörbiger y su trabajo”.
Rafael
Videla Eissmann
Solsticio de Invierno, 2012
El Nuevo Mundo o Insula Atlantica (1540). Mapa de Sebastian Munster.
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