martes, 28 de noviembre de 2017

El Sol Sagrado de Mesoamérica (III)


 Disco calendárico de origen maya-tolteca de Teotihuacán (México).


Como ‘epílogo’ de la sucinta exposición de las ideas trazadas en las entradas intituladas El Sol Sagrado de Mesoamérica (I) (http://losvikingosenamerica.blogspot.cl/2017/11/el-sol-sagrado-de-mesoamerica.html) y El Sol Sagrado de Mesoamérica (II) (http://losvikingosenamerica.blogspot.cl/2017/11/el-sol-sagrado-de-mesoamerica-ii.html ), se entregan las siguientes imágenes que reflejan la riqueza iconográfica del Sol de Todos los Soles, el tetraskelión o la “cruz de nuestros ancestros”,  cuya presencia abarca desde figuraciones astrales hasta vasijas, hecho que revela su carácter hierático y trascendental.

Es el símbolo de la Deidad de todas las Deidades, el Agnostos Theos, la Divinidad del Cielo, del Dios-Sol y de la Luz, vinculándose en la América Aborigen a los dioses celestes –los “ancestros míticos”– y los héroes civilizadores, encontrándose desde la Patagonia a Norteamérica.

Rafael Videla Eissmann
28 de Noviembre de 2017


 Tetraskelión en Ocolome, México.

 Jeroglíficos vinculados a Venus, la Estrella de la Mañana,
de origen maya.

 Fragmentos líticos de la ciudad maya de Mayapan y Zapatero,
respectivamente, En Nicaragua.

Representación azteca de un deidad hombre-felino, en cuyo escudo
se observa una variante del emblema solar.

Detalle de un símbolo de naturaleza solar en el Códice Magliabecchiano.

Vasija mixteca con el símbolo del ‘Sol en movimiento’.


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Se prohíbe su reproducción).

miércoles, 22 de noviembre de 2017

El Sol Sagrado de Mesoamérica (II)


 Lámina 72 del Códice Borgia.


Como una continuación de la entrada intitulada El Sol Sagrado de Mesoamérica (http://losvikingosenamerica.blogspot.cl/2017/11/el-sol-sagrado-de-mesoamerica.html), se presentan a continuación dos imágenes de códices prehispánicos que grafican asimismo, la imagen-símbolo del Sol como ente ordenador del espacio y del tiempo. Se trata de la lámina 72 del Códice Borgia y de la lámina 73 del Códice Vaticano B o Vaticano 3773.

La primera lámina –lámina 72 del Códice Borgia– describe un modelo estructural del espacio, expresado por medio de cuatro Serpientes Emplumadas cuyas cabezas apuntan hacia el centro donde se ubica Cipactli, el Ser Primigenio de las Aguas, representado como un pez-caimán, cuyo cuerpo fue empleado por los dioses para crear la Tierra. La figura también podría corresponder a la deidad Tzitzímil, representación de la Quinta Región del mundo o el centro. Al interior del cuadrado que conforman cada una de las serpientes se encuentra una deidad, representaciones de las cuatro regiones del Tlactípac (Tlālticpactli), la superficie de la Tierra. Las deidades al interior de las formas trazadas por las serpientes se encontrarían dentro del agua, pues uno de los significados de la Serpiente Emplumada para los mexicas era el de agua (Atl). Estas cuatro “aguas”, diferenciadas por los rostros, los colores, los glifos y sus atributos, corresponderían a las cuatro aguas del téotl (dios) de la lluvia y la fertilidad, Tláloc: Una es benévola (la primera de arriba, de izquierda a derecha, cuyo dios está pintado de color rojo), que facilita el crecimiento de las plantaciones; otra es malévola (la segunda figura, arriba, pintada de negro), la que “cuando cae a la tierra surgen telarañas y hongos en las mazorcas”; la tercera agua (abajo, la primera figura a la izquierda, de color blanco) “hace que se hielen las plantas del maíz”; y la cuarta es la “lluvia que impide que se formen los granos en las mazorcas, y las seca” (abajo, la segunda figura, de color amarillo). Estas figuraciones corresponden así, respectivamente, a los puntos cardinales este (rojo), oeste (negro), norte (blanco) y sur (amarillo), canales por donde el “agua del cielo” llega al Tlālticpactli. Reforzaría esta concepción, lo expuesto por el sabio Alexander von Humboldt, quien sostuvo que los cuatro catasterismos mexicas ácatl, técpatl, cally y tochtli, indicaban las cuatro estaciones, los cuatro elementos, los cuatro puntos cardinales, aludiendo también a los puntos de los solsticios y de los equinoccios o la intersección de los coluros con la eclíptica.

Lámina 73 del Códice Vaticano B o Vaticano 3773.


La segunda lámina, esto es, la número 73 del Códice Vaticano B o Vaticano 3773, presenta una composición similar. Aquí, las Serpientes Emplumadas del Códice Borgia han sido reemplazadas, al parecer, por el petlacolcoatl o ciempiés, asociado a la tierra, insecto venerado como el dios Ah uuk Chpat entre los mayas.

Las cuatro deidades que representación a las cuatro regiones del Tlactípac han sido sustituidas por glifos y el centro se encuentra ‘vacío’.

La rica simbología plasmada en estas láminas es un reflejo de la sabiduría ancestral que conformó parte de la cosmovisión trascendental de la civilización solar aborigen cuyos orígenes se remontan a la edad mítica de los dioses quetzalcóatl.

Rafael Videla Eissmann
21 de Noviembre de 2017


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Se prohíbe su reproducción).

martes, 21 de noviembre de 2017

El Símbolo Sagrado del Sol y el Culto al Mamut en América-Huitramannaland


 El dios maya Chaac. Una abstracción del recuerdo del culto prediluvial 
el mamut (Museo Nacional de Antropología de México).


Una silenciosa prueba de la existencia de grupos pre-Colvis, es decir, del sustrato más antiguo de América, se puede rastrear en las huellas del culto al mamut (Mammut americanum) en diversas manifestaciones en el norte del continente. Un mito (Myhtos) de los esquimales de las islas Herschel, frente al territorio de Yukón en Canadá, a pesar de la clara transculturación del registro, da cuenta de la extinción de los mamuts:

Noé invitó a todos los animales de ponerse a salvo a bordo de su arca, pero
los mamuts pensaron que no habría en realidad una gran inundación
y que sus piernas eran lo suficiente altas para el agua, así que se quedaron
fuera del arca y por esa razón, se extinguieron.
Los otros animales creyeron en Noé y se salvaron.
(James George Frazer, Folk-Lore in the Old Testament.
Páginas 328 y 329 [Traducción del autor]).

Por su parte, en Elephants and Maya Art (“Elefantes y arte maya”, 1924), W. Perceval Yetts escribió: Incluso hacia 1813 se presentaron interrogantes sobre la autoctonía de la cultura maya, y cerca de diez años atrás el famoso anatomista profesor G. Elliot Smith revivió algunos de los viejos argumentos y los fortificó con muchas especulaciones ingeniosas propias, con el objeto de probar que un motivo determinado utilizado en el diseño maya fue derivado del Viejo Mundo. El motivo aparece dos veces en un monolito tallado en Copán. El profesor Smith defiende la identificación de estas dos formas como cabezas de elefantes, y sobre todo, como cabezas de elefantes de la India.

Por su parte, el explorador y naturalista Alexander von Humboldt en Vues des Cordillères, et monumens des peuples indigènes de l’Amérique (“Vistas de las cordilleras, monumentos y pueblos indígenas de América”, 1810) ha expresado: Yo no habría considerado esta asombrosa escena grabada, si no fuera por la notable semejanza, y al parecer no accidental, del tocado del sacerdote al dios hindú Ganesha o dios con cabeza de elefante de la sabiduría. Al parecer es poco posible suponer que el hocico de un tapir podría haber sugerido el tronco en el tocado, lo que nos permite inferir que el pueblo de Atzlán había recibido alguna noticia de los elefantes de Asia, o que sus tradiciones se remontaban al elefante americano.

 
Izquierda: Tocado de “cabeza de elefante” en un bajorrelieve de Palenque, en México, en la lámina XIII de Recherches sur les Ruines de Palenque et sur les origines de la civilisation du Mexique (“Investigación sobre las ruinas de Palenque y los orígenes de la civilización en México”. A. Bertrand. Paris, 1866) de Frédéric de Waldeck, quien ha indicado que es evidentemente una representación de la cabeza de un proboscidio. Derecha: Tocado mexica con “cabeza de un elefante” en la lámina XV de Vues des Cordillères, et monumens des peuples indigènes de l’Amérique (“Vistas de las cordilleras, monumentos y pueblos indígenas de América”. F. Schoell. Paris, 1810) de Alexander von Humboldt. Ambos tocados son representaciones del mamut americano.

 
Arriba: “Trompa de elefante” en el pórtico del Gran Teocalli de Uxmal, en Yucatán, México. Nótese los tetraskeliones (swastikas y sauvastikas) de brazos curvos en la trompa. Abajo: “Trompa de elefante” en la Casa de los Monjes de Uxmal, en Yucatán, México. Ambas ilustraciones en la obra Incidents of Travel in Yucatan (“Incidentes de viaje en Yucatán”. Harper & Brothers. New York, 1843) de John Lloyd Stephens. Frédéric de Waldeck ha observado que estas representaciones efectivamente poseen trompas y en ambos lados ojos; una cavidad en forma de boca, lo que permite colegir su sorprendente similitud con un proboscidio. La clave de la antigüedad de este culto del mamut americano se descubre en el venerado símbolo solar del tetraskelión o swastika, la “cruz de nuestros ancestros”, en la figura del pórtico del Gran Teocalli de Uxmal en México.

  
Izquierda: Ehécatl, dios mesoamericano del Viento. Esta escultura guarda relación con las representaciones mayas de Chaac (The Metropolitan Museum of Art de Nueva York). Derecha: Ilustración del denominado “Elephant Mound” o Túmulo del Elefante de Grand County en Wisconsin, Estados Unidos. En realidad es un túmulo consagrado al mamut.


Estas manifestaciones del arte mesoamericano no corresponden a la representación de elefantes –de África o Asia– sino del mamut americano cuyo culto se remonta a la edad prediluvial, esto es, anterior a ±12.000, conformando una cierta asociación con el Dios-Elefante Ganeshji-Ganapati del hinduismo, la presencia del Símbolo Sagrado del Sol o tetraskelión.

En consecuencia, los vestigios de este remoto culto en Mesoamérica evidencian no sólo la existencia del antiquísimo sustrato americano aborigen (dolicocéfalo), conocedor y preservador del venerado símbolo del Sol, sino también su relación con la legendaria civilización solar y guerrera de India (Bhārat), hecho vislumbrado por el sabio Emeterio Villamil de Rada en La Lengua de Adán y el Hombre de Tiahuanaco (1876) bajo la premisa de la irradiación civilizadora emanada de los Andes.

Rafael Videla Eissmann
20 de Noviembre de 2017


 
Arriba: El Dios-Elefante Ganeshji (Ganapati, Gajanan). Abajo: Un elefante sagrado (Gajendra-Vinayak) con el símbolo del Sol, la swastika, en la oreja. Es el mismo símbolo de la representación mesoamericana del mamut en el pórtico del Gran Teocalli de Uxmal en Yucatán, México.


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domingo, 12 de noviembre de 2017

El Sol Sagrado de Mesoamérica (I)


 El Símbolo Sagrado del Sol en el Tonalpohualli de acuerdo al Códice Tovar.


Un eco de la antigua tradición originaria de Mesoamérica fue registrada en el Códice Ramírez y que da cuenta del sistema calendárico conocido como Tonalpohualli.

El Códice Ramírez –conocido asimismo como Códice Tovar– se compone por dos textos independientes del tiempo post-colonial –uno resguardado en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia de México y el otro en la Biblioteca John Carter Brown de Rhode Island, en Estados Unidos–.

El Códice Ramírez refiere entonces al manuscrito de 1587 de Juan de Tovar intitulado Relación del origen de los indios que habitan en la Nueva España según sus historias. Una parte de éste se denomina como Códice Ramírez por cuanto José Fernando Ramírez en 1856 descubrió el manuscrito de Juan de Tovar.

Ahora bien, una ilustración que grafica la sacralidad del Sol es explicado por fray Diego Durán (1537-1588), historiador y dominico de origen español quien en su Historia de las Indias de Nueva España e islas de Tierra Firme (circa 1550) –conocida como Códice Durán–, ha explicado sobre este símbolo y su figuración calendárica:

“Con mucha facilidad entenderá y sabrá el que fuere curioso, de saber lo que en esta figura circular se contiene y lo que en los caracteres y figuras significan. Pues en ella no se contiene otra cosa más de darnos a entender el modo de contar los años que antiguamente los naturales tenían, para lo cual es de saber, que dentro de este círculo hallaremos cincuenta y dos casas y cada casa de ellas denota un año, de manera que en este círculo están señalados cincuenta y dos años: Estos cincuenta y dos años llaman los naturales una edornada al cabo de los cuales hacían una solemne fiesta a la cual llamaban Nexiuhilipiztli, que quiere decir cumplimiento o atamiento de un círculo perfecto de años, que era venirse a juntar en este círculo redondo el fin de estos cincuenta y dos años con el principio de ellos, con este número perfecto de cincuenta y dos, y hacían la solemnidad y fiesta que he dicho a la mesma manera y modo que antiguamente los judíos en su vieja ley celebraban el año del jubileo de cincuenta en cincuenta años.

Detalle de la misma imagen.


Este círculo redondo se dividía en cuatro partes y cada parte tenía trece años: La primera parte pertenecía a Oriente y la segunda al norte y la tercera a Occidente y la cuarta al Medio-Día. La primera parte que pertenecía a Oriente llamábanle los Trece Años de las Cañas y así en cada casa de los trece tenían pintada una caña y el número del año corriente que le cabía, y entonces corría la mesma manera que nosotros contamos el número del año que corre en este año de Diciembre de 1579, sucedió tal y tal cosa, así por el consiguiente decían ellos: El año de una caña o de dos, o de tres cañas, etcétera, aconteció tal y tal cosa.

La segunda parte aplicaban al Septentrión que era de otras trece casas a las cuales llamaban las Trece Casas del Pedernal, y así tenían pintado en cada una un pedernal y el número del año que corría junto para contar el año del pedernal de tal y tal número aconteció tal y tal cosa conforme a lo que de la parte oriental queda dicho.

A la tercera parte que cabía a la parte occidental, llamábanle las Trece Casas y así veremos en cada parte de las trece una casilla pintada y junto a ella el número del año que entonces corría con la mesma orden que de las demás parte queda dicho.

A la cuarta y última parte que era de otros trece años, llamaban las Trece Casas del Conejo y así en cada casa de aquellas veremos pintada una cabeza de un conejo y junto a ella el número como en las demás para conocer en los años del conejo el número que aquel año corría”.

Se refuerza así la naturaleza sagrada de este trascendental emblema –el Símbolo Sagrado del Sol– y su importancia en los sustratos de la civilización de los kukulkanes en México-Tenochtitlan.

Rafael Videla Eissmann
11 de Noviembre de 2017


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miércoles, 1 de noviembre de 2017

Un eco de la Ante-Historia: México e India


 Kan Balam, en postura ritual.


Una singular ilustración de finales del siglo XVIII describe a Kan Balam, hijo de K’inich Janaab’ Pakal o Pakal “el Grande”, ahau o gobernante del Ajawlel o Señorío maya de B’aakal de Lakam Ha’, es decir, la actual zona de Palenque, ubicada en el norte del Estado de Chiapas en México.

La ilustración lo describe en una posición ritual con sus brazos en una forma determinada y sentado sobre una especie de trono resguardado por dos jaguares en ambos costados.

Además, Kan Balam porta un gorro frigio con riquísimas plumas.

El rey Antioco y Apolo-Mitra. Este último con el gorro frigio. Adviertáse
su similitud con el tocado de Kan Balam.

Representación escultórica de Shiva-Rudra de India. Siglo XIII.


Esta representación de Kan Balam guarda significativa similitud con las representaciones de dioses hinduistas, especialmente con aquellas de Vishnú, una de las tres manifestaciones de Brahma y entre cuyos AVATARAS se reconoce a Krishna en el Mahabharata y a Rama en el Ramayana.

¿Es esta semejanza una mera coincidencia o bien, se trata de una lejana huella de la Ante-Historia apenas vislumbrada por la historiografía oficial? ¿Qué asociación hubo entre ambas civilizaciones panteístas y solares del sustrato dolicocéfalo de América y Asia? ¿Cuál fue su destino?

La tumba de Kan Balam se hallaría en el Templo de la Cruz de la pirámide de Palenque, en la cual se reconocen diversas alegorías a Gucumatz, es decir, la Serpiente Emplumada de la tradición maya el que ulteriormente será conocido como Quetzalcóatl, el dios blanco y civilizador emanado de la estrella doble de Venus, la luz más bella.

Se observa, a través de estas similitudes, en consecuencia, un eco de la Ante-Historia y el rol fundamental de los Hijos del Sol.

Rafael Videla Eissmann
1º de Noviembre de 2017


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